jueves, 8 de septiembre de 2022

Mi tío Manuel Tello era sabio

Manuel Tello Chirino (1960-2022).
Fotografía de
Luis Gutiérrez Domingo, 1997.


 Mi tío Manuel Tello era sabio. Como sabio fue su padre que era mi abuelo. Y como, quizás también, sus antepasados. Hombres del campo que lo mismo araban la tierra, montaban a caballo o te cultivaban un huerto. Sí, de esos hombres aparentemente sencillos pero con una tremenda cultura ancestral a sus espaldas que hace sentirnos, a nosotros urbanitas, unos ignorantes.

Cuando yo era un crío mi abuelo, hombre curtido al sol de las distintas estaciones del año, todavía trabajaba -y vivía-, en una finca llamada El Justal a la cual se accedía después de atravesar el arroyo de la Cuesta Ajustada (1). Pertenecía a don Joaquín Mora-Figueroa Borrego y se encontraba en los límites entre los términos municipales de Conil y Vejer. Fin de semana sí, fin de semana casi también, iba junto a mis padres a visitar a mis abuelos maternos. Y allí, dentro de aquél núcleo familiar, vivía el hermano menor de mi madre: Manolo. Que por ser el de menor edad y por no destacar en su estatura, todos llamaban Manolito.

Nuestro héroe

Para mi primo Juan José y para mí era nuestro héroe. Era bastante más joven que nuestros padres y resto de tíos. Y además tenía una sonrisa de galán de cine a la par que perenne. Siempre bromeaba. Y lo más importante para nosotros infantes: poseía una moto roja y blanca con la cuál hacía virguerías por los vetustos carriles de los alrededores. Y nosotros, mi primo y yo, esperábamos impacientes la hora del día en que hacía aparición nuestro tío para que -uniformados como él, es decir con chandal de la época y nuestros respectivos cascos-, nos paseara por allí a una velocidad temeraria. O al menos a nosotros nos la parecía. Y a través del monte bajo, primero a uno, y luego al otro, entre risas y jolgorio, subíamos y bajamos los escarpados carriles de aquella zona de la Janda. No se me olvida el aviso de que comenzaba la diversión:

- ¡Sobrino! ¡Agárrate bien!

Vista de La Muela desde la entrada de la finca El Justal.
Fotografía de Bernardo Moreno, primeros años 80.

Los caballos

Con el paso de los años fue el único familiar que "heredó" la profesión de mi abuelo. Una profesión, ya lo sabrán ustedes, muy desagradecida. Se trabaja mucho y duro. Se cobra poco. Incluso a veces a destiempo. En 1985 mi tío contrajo matrimonio con la que, desde que tengo recuerdos, ya era mi tía: Irene Almansa. A partir de ahí varios fueron los campos y terrenos donde trabajó mi tío. Pude comprobar, con el paso del tiempo, que las condiciones laborales seguían siendo duras y que aquellos ganados que, un tiempo atrás, iban y venían por donde más o menos les venía en gana, se encontraban hacinados en naves. En más de una ocasión mi tío me aseveró:

- ¡Sobrino! La peor carne que se puede comprar y comer es la de los pollos.

De sobra conocía él los cambios que se venían produciendo en la llamada industria cárnica. Sin embargo, su verdadera pasión eran los caballos. Y aunque comprendo que sea una maravilla tener la jaca enjaezá, como cantara Paco Alba, me siento un completo ignorante al respecto. Pero no por eso dejo de admitir que mi tío llegó a forjar cierto nombre en el mundo de la doma entre Conil y Vejer. Durante largo tiempo añoró poseer un pequeño trozo de tierra donde domar caballos y yeguas. Finalmente lo consiguió. E incluso alguno de mis primos -sus hijos- han seguido sus pasos.

Manolito Tello a caballo. 
Fecha y autoría desconocida.

Una vida plena

Leí hace unos años al Catedrático de Literatura José Antonio Hernández Guerrero que a través de la sencillez también se puede alcanzar una alta talla humana y una plena realidad de las cosas. Y tras unos días pensando si escribía o no estas letras, he llegado a esa misma reflexión. Si bien mi tío Manolito en determinadas ocasiones se quejaba de no haber tenido la oportunidad de desarrollar unos estudios, su vida -aunque profesionalmente muy dura-, sí se puede afirmar como plena. 

En lo personal formó una familia con el amor de su vida, mi tía Irene. Desde la nada trabajaron para levantar un hogar y un terreno donde domar caballos. En lo social fue reconocido en varias ocasiones por su maestría en dicha labor. Hace unas semanas cuando le despedíamos para siempre comprobé cómo era querido por decenas de hombres y mujeres de distintas condiciones sociales, edades y, me atrevería a decir, hasta ideología. Y eso, sin duda, es una de las grandezas de mi pequeño-gran tío Manuel Tello.

Te quiere siempre, tu sobrino mayor.

PD: Eso y su extraordinaria habilidad para paladear rica manzanilla sanluqueña.

¡Llegó lo mejor del día! ¡A coger la moto!
De izq. a dcha. Santiago Moreno, Manuel Tello y Juan José Tello.


(1) Supongo que de ahí su nombre.

9 comentarios:

  1. Muy bonito tu escrito y más que bonito real .No has podido describirlo mejor .Yo tuve la suerte hace muchos años y le tenía un gran cariño y el a mi
    de conocerlo años

    ResponderEliminar
  2. Impresionante. No hay palabras. Que maravilla de semblanza

    ResponderEliminar
  3. Conmovedor, Santiago, para mí era como mi héroe a caballo, héroe sin capa, con su traje corto , cigarrillo en la boca y sonrisa terminada hasta el final.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  4. Que palabras más bonitas para tu tío Manolito tello.me he emocionado.D E P

    ResponderEliminar
  5. Que palabras más bonitas para alguien tan grande como él. Que orgulloso está de su familia donde quiera que esté. Besos al cielo te queremos.

    ResponderEliminar
  6. Gracias sobrino porgue el era especial siempre con su eterna sonrisa lTe quiero Manuel Tello

    ResponderEliminar
  7. una gran persona, impresionante no lo has podido describir mejor.

    ResponderEliminar
  8. No se puede describir mejor buena persona buen amigo saludos alli donde este gracias por conocerte un poco manolo.

    ResponderEliminar