Karra Elejalde en el papel de Miguel de Unamuno. |
Una breve crónica.
Con “Mientras dure la guerra” Alejandro Amenábar vuelve a
descubrirse como un narrador de historias impecable. Asistimos ante una
película rodada con muy buen gusto, inquietante música “marca de la casa” y
unas magníficas actuaciones –con unas caracterizaciones que nada envidian a las
grandes producciones extranjeras-. Al inicio de la cinta nos trasladamos al verano de 1936. Unos militares africanistas deciden ignorar
el resultado de las urnas que habían hablado unos meses antes. Arrastran así a España a la “salvación”. La
sublevación no triunfa en las principales ciudades del país y termina provocando
un “sin dios” nunca antes conocido: la Guerra Civil española. La acción transcurre en
Salamanca y más concretamente bajo el prisma del veterano escritor Miguel de
Unamuno. En la pantalla se suceden Franco, Cabanellas, Mola, Kindelan… y por
supuesto un cercano “Pepe” Millán-Astray. Repito, impecable.
Ahora bien, recientes
críticas quieren hacer ver como las caracterizaciones y actuaciones ridiculizan
a estas figuras históricas. Nada más lejos de la realidad. Estos militares que
traicionaron su juramento de honor y fidelidad al gobierno de la nación, muy
posiblemente fueran así: rozaban lo tragicómico. Algunos de ellos eran muy
cercanos. El propio Millán Astray se daba el lujo de bromear ante sus
legionarios. No es un dato nuevo. Nada más y nada menos que José María Pemán lo
relataba décadas después en sus “Conversaciones con gente importante”. Es por
ello que debemos preguntarnos, ¿por qué ha de molestar la visión de Amenábar en
su intento de acercarnos a este episodio histórico a través de la visión de
Miguel de Unamuno? Vamos a admitir de una p*** vez que, en el fondo, fueron unos “pobres
hombres” con toda la incultura que esto representa.
¡No molesten a nuestros “héroes”!
Eduard Fernández de paisano arenga a la tropa como Millán-Astray. |
Los seudohistoriadores revisionistas y todos aquellos/as
nostálgicos/as del franquismo –los que tienen un grave problema, vaya, al no
admitir abiertamente su cariño hacia los sistemas de opresión-, ven la película
como un insulto. Entienden que `Mientras dure la guerra´ se mofa de sus “héroes”.
Pero estos señores, por decir algo, fueron eso: de todo menos unos héroes. Y
es que no deja de ser curioso que la única victoria de dichos “generales” en el
siglo XX fuera contra su propio pueblo. Vaya alegría. Seamos justos con la
película: las personalidades de cada uno quedan bastante bien reflejadas. Todo
aquello, dentro del dramatismo que acarreaba, debió ser un tanto cómico: esas
solemnidades, ese término “Generalísimo” –que parece sacado más bien de los
años de la movida madrileña que de un ejército aguerrido de los que plantaban
batalla a los pueblos indígenas del norte de África (`moritos´ les llamaban)-,
esas envidias, inseguridades, desconfianzas entre ellos, etc. Nos acercan a
unos golpistas más humanos, menos mitificados. Más reales, en definitiva.
La equidistancia que prevalece.
Pero igual que señalo estas cuestiones, no debemos pasar por
alto la equidistancia del director ante los atacados, posteriormente vencidos; o
dicho de otra manera, el gobierno de la República en primer término, así como
los defensores de las ideas de progreso y libertad en un significado amplio de
la expresión. Me parece correcto e interesante humanizar, o intentar comprender, a estos
personajes deshumanos que fueron los golpistas de julio de 1936, pero no
equiparando unos (vencedores) con otros (vencidos). Hay una escena que lo
representa muy bien: Unamuno pasea a las afueras de Salamanca con su alumno
predilecto Salvador Vila. Ya no puede hacerlo por una capital castellana tomada
por los sublevados que él mismo ha apoyado en los inicios del golpe. Y en ese
momento Amenábar dibuja las dos Españas. Las dos iguales. Y ahí, bajo mi
humilde opinión, pierde fuelle la película. Porque si algo hay que aprender de
esta Historia es que como ciudadanía nos tenemos que posicionar. Mojarse. De nada vale esconderse. La
Historia de España es como es y no se puede cambiar. Si aquí la derecha más
reaccionaria comenzó a conspirar contra la primera experiencia democrática del
siglo XX llamada II República Española el mismo 14 de abril de 1931, hay que
admitirlo de una vez. ¡Diantres! Que en zona sublevada se fusila (asesina)
incluso a gente moderadas de centro-derecha, cristianos –como bien recoge la
película con la figura del pastor protestante amigo de Unamuno, Atilano Coco-,
e incluso sacerdotes católicos vascos. Desde nuestra posición de ciudadanos de
pleno derecho debemos saber distanciarnos de ese tópico manido de “las dos
Españas”, “en los dos bandos se cometieron graves sucesos”, “fueron todos
iguales”, etc. No, por ahí no. Una parte del ejército con el apoyo de la
derecha más reaccionaria, así como de Mussolini y Hitler –papel bien
reconocible al inicio de la película-, se levantaron en armas contra un gobierno
legalmente establecido por mucho que ahora unos revisionistas trasnochados
quieran hacernos ver lo contrario.
Alejandro Amenábar. |
Vayan al cine.
A mediados de los años noventa en Canal Sur TV Fernando Ruiz Vergara afirmó, ante la opinión exaltada de
uno de los Hermanos Mayores de la Hermandad del Rocío, que había dirigido su documental `Rocío´ (1980), “para dar su visión
de aquella celebración”. El director y su equipo
captaron en los últimos años de la década de los setenta, en palabras de
Fernando Quiñones, “quizás las mejores imágenes que nunca se habían filmado del
Rocío”. Y creo que Amenábar con su película ha hecho lo mismo: su visión de los
hechos. Pensamos que Amenábar ha quedado algo equidistante ante el relato –el
episodio histórico más importante de la Historia de España en el siglo XX-, sí. Aunque añadiremos a su favor que al
menos vale para mostrar una gran obra que, como mínimo, si tan orgulloso estás
de sentirte “español/a” bien deberías ir al cine y presumir de la misma, tan
solo, ya ves, por los buenos/as profesionales que la han trabajado y firmado.
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