jueves, 22 de marzo de 2012

Monte Igueldo. Cien años de parque de atracciones

Al otro lado de la playa de la Concha podemos apreciar el monte Igueldo. Más imponente que el Urgull, está coronado con una torre construida a casi doscientos metros sobre el nivel del mar. Al parecer tiene su origen en un antiguo faro del siglo XVIII. Conforme avanzó el siglo XIX la burguesía donostiarra, cada vez más rica -en parte debido a la relación con la monarquía-, buscó lugares para la sociabilidad. De esta manera a inicios de siglo XX se planificó un parque de atracciones en la parte superior del monte Igueldo que fue inaugurado en 1912. Dentro de pocas semanas celebrará su Centenario. Cuando, hace unos días, nos dispusimos a subir en el funicular nunca imaginé el espectáculo que nos íbamos a encontrar allí arriba. Al parecer el "funicularra" también se construyó por aquella fecha, de hecho era la forma que había -y hay- de llegar hasta el parque de atracciones sin despeinarse.
Entrada a la Casa del Terror.
Como decía el ambiente era un tranto extraño. Parecía sacado de la película de los Ghoulies... Para empezar la "Casa del Terror". Aunque de terror tiene poco. De hecho en la entrada hay un cartel que indica que no se devolverá el dinero de la entrada bajo ningún concepto. Al menos te avisan... pero oye, una vez dentro te echas tus risas! Y ves cada escena...
El lugar está repleto de atracciones de lo más arcaicas que os podéis imaginar. El tiovivo -de gran hermosura-, los típicos ponys, las casetas de tiro,... todo esto sumamente antiguo. Si vas allí de despistao y no sabes la historia del lugar te dan ganas de gritar ¿¡Pero que cutre!? Sin embargo tiene su "aquel", todos los días no se ve una feria de 1900... Si se hace un ejercicio de abstracción puede llegar a ser muy divertido. Imaginarte a esos señores bigotudos con sus esposas -o señoritas de compañía-, con trajes pomposos dando vueltas en las atracciones... Me llamó la atención los coches de choques. A ras de suelo se veía, como todo, de otra época, pero visto desde la torre se puede apreciar lo curioso de su techumbre. Parece sacado de un mercado de abastos de principios del siglo XX. Atención:

Y sin lugar a dudas lo que más me gustó fue (ojo al nombre) la montaña suiza. Al parecer es la segunda más antigua en activo de toda Europa. No funciona con electricidad, sino con un sistema de poleas y no se que más que hace que ande. Tiene su encanto y su parte de acojone, oiga:

Al caer desde la parte más alta se escuchó: "¡Viva Sabino Arana!"
Sobre todo cuando bordea el torreón y al otro lado tienes el acantilado... En su momento no lo supe, pero al parecer, cada vez que cae, en una de las cuestas, el señor que se coloca en el centro del vagón es el que va frenando con la palanca. Es decir, calcula a ojo cuanto tiene que presionar la misma. Resumiendo: tu vida está en su mano por unos segundos. No está mal un poco de emoción para el cuerpo ¿no?
En definitiva un lugar con encanto -como los hoteles-, y más ahora que se lleva todo lo retro...

¿Aparecerá Phil Collins?

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