lunes, 4 de noviembre de 2019

La trinchera infinita

Antonio de la Torre en `La trinchera infinita´ (2019).
Si hubo un tipo de represión franquista difícil de cuantificar y analizar, esa fue la de los llamados topos. Para los neófitos en la materia, o para los más jóvenes, hay que describirlos como aquellas personas que ante el miedo y el horror de ser capturados por los sublevados de julio de 1936, tomaron la decisión de ocultarse en vida. Hubo de todo tipo: escondites sencillos e improvisados como alacenas, armarios con doble fondo, baúles, aljibes... hasta que la imposibilidad de escapatoria y la presión sobre ellos y familiares aumentaba de tal forma que los escondites se perfeccionaban: se construían tabiques, puertas secretas, etc.

Como es de suponer su estudio es muy complicado porque apenas ha quedado rastro documental de dicha experiencia. Además, ha pasado tanto tiempo que las personas que lograron sobrevivir -hay casos de individuos escondidos más de treinta años-, ya han fallecido. Y aunque se de el caso de que queden descendientes debemos tener en cuenta que ya no son fuentes directas. No obstante, para un posible estudio también se podría recurrir a otras fuentes (documentales) como las memorias -en el caso de que alguno de ellos las hubiera dejado escritas-; o causas, diligencias o juicios de la Justicia Militar de la dictadura que se fueron aplicando a los topos que iban siendo capturados en sus escondites o de aquellos que se  entregaban a las fuerzas de orden público franquistas.

Edición de bolsillo de `Los topos´.
Aun así, a quien interese el tema no hay que olvidar que entre la basta bibliografía dedicada a la <<Guerra Civil>>, destaca una obra de 1977 firmada por los periodistas Manuel Leguineche y Jesús Torbado llamada precisamente `Los topos´. Y aunque se publicó por primera vez hace más de cuarenta años, ha tenido varias ediciones posteriores. A día de hoy no es complicado encontrar algún ejemplar en librerías de viejo.

Luego, además, en multitud de estudios -en distintas zonas del país y/o en diferentes niveles geográficos-, a buen seguro aparecen datos sobre episodios puntuales.

Dentro de mis investigaciones y estudios, a modo de ejemplo y sin ánimo de hacer un listado exhaustivo, recuerdo los casos de, al menos, un par de alcaldes del Frente Popular. José Camelo, de Conil de la Frontera, que tras varios años escondido en los campos de la localidad jandeña terminó pactando su entrega a la Guardia Civil, tras lo cual sufrió condena en las cárceles franquistas; o José de la Cruz, alcalde de Chiclana que tuvo el peor de los finales puesto que estando oculto enfermó y cuando, ayudado por familiares, se decidió a salir de su escondite murió camino a un hospital. La crueldad de la escena es máxima, más cuando se añade el dato de la profesión de dicho alcalde republicano: médico.

La ciudad de Cádiz, por su parte, fue muy proclive a que se dieran estas situaciones. Su posición geográfica, su carácter insular o el hecho de caer en manos golpistas en los primeros compases de la sublevación fueron algunos de los motivos que lo propiciaron. Ya lo indicó hace años la historiadora Alicia Domínguez cuando señalo, más o
Edición en pasta dura de `Los topos´.
menos, lo siguiente: "al caer Cádiz se cerró la Puerta de Tierra y la ciudad quedó convertida en una ratonera". Entre otros casos recuerdo el de Juan Girón Beret, afiliado al Partido Comunista y comparsista. Se escondía en el aljibe de su casa y en varias ocasiones, desde su escondrijo, oyó como los falangistas que le buscaban abofeteaban a su anciana madre, ya ciega, que se negaba a contar el paradero de su hijo. Finalmente fue detenido y sufrió reclusión en el Cortijo de Vicos en Jerez. Juan Sevillano Soria -autor de Carnaval-, corría a esconderse en distintas casas de sus vecinas en el barrio de San José del extramuros de la ciudad, cuando la Guardia Civil se presentaba por la zona en su búsqueda. Hasta donde se, nunca fue detenido. Un final menos feliz tuvo un vecino y compañero de la CNT de Ramón Ríos Gómez (a) Fletilla. Tras el golpe de Estado viviendo el albañil y comparsista cerca del gobierno militar, siempre recordó como la familia de dicho amigo colocaba un armario de grandes dimensiones en una esquina, quedando ocultada la persona en cuestión sustentada desde una cuerda en el hueco que quedaba libre entre mueble y pared. Un buen día fue descubierto llevado a la calle y asesinado.

Quizás más sonado es el caso del anarquista y líder sindical Vicente Ballester, hombre de extensa cultura que durante meses fue escondido en distintas casas del centro de la ciudad hasta que un chivatazo dio con su paradero: la casa de un zapatero llamado Antonio Leal. Los sublevados no conformes con cercenar la vida de tan ilustre gaditano, asesinaron también a su protector (para continuar dicha historia pincha aquí).

Estas vivencias nos han llegado a través de recuerdos familiares. Y hay otras que se conocen por el testimonio que dejaron terceras personas en blanco sobre negro. Como así hizo Agustín González (a) Chimenea en su `Anecdotario Carnavalesco´ cuando describió el hecho de que Manuel López Cañamaque estuvo un tiempo escondido por temor a represalias.

* * *

Hechos como los que describo han inspirado a la literatura. Célebre es el libro `Los girasoles ciegos´ donde se narra las vivencias de un maestro perseguido por las fuerzas fascistas. Obra que incluso fue llevaba a la gran pantalla. Y llegados a este momento puede quien se pregunte por qué cuento todo esto. La respuesta es bien sencilla.

Ha llegado a la gran pantalla una novedad cinematrográfica que en pasados días ha hecho su estreno en toda España. Sin la maquinaria publicitaria del film de Alejandro Amenábar `Mientras dure la guerra´, pero con muy buenas críticas bajo el brazo, se presenta `La trinchera infinita´. Una película donde se nos va a relatar no un caso concreto de aquellos infelices topos, sino una historia de ficción que recopila muchas de aquellas vivencias durante los largos años de la dictadura.



Recomendamos encarecidamente su visionado. Hay quien opina, desde hace mucho tiempo, que películas sobre la Guerra Civil y todo lo que acarreó, hay en exceso número. Sí, ocurre lo mismo con los libros. Por más años que pasan no dejan de ampliarse el número de publicaciones en distintos formatos, visiones, etc. Pues con el cine igual. No obstante, digo más: nunca será suficiente. Cada historia, cada suceso merece un espacio de recuerdo y memoria. Si siendo así todavía tenemos que ver como la Falange Española hace actos de enaltecimiento del fascismo en un lugar como el Ateneo de Madrid o, peor todavía, una ciudad alemana como Dresde declara el estado de "emergencia nazi" por las actividades que estos grupos vienen desarrollando en plena calle... y ahora sí, las autoridades reclaman reforzar la cultura democrática, o dicho de otra manera, la memoria histórica. Esperemos no sea demasiado tarde. En definitiva, si ocurre en países que, se supone, habían hecho bien los deberes, ¿qué le depara a España donde algunos no consienten, ni ven con normalidad democrática, la exhumación de un dictador asesino? Para que más nunca vuelva a ocurrir, leamos libros, veamos películas como `La trinchera infinita´. Y lo más importante: eduquemos a los más jóvenes en valores democráticos. Es la única esperanza.