viernes, 17 de enero de 2020

La curiosa historia del represaliado Jesús Sáez “Rakú” o la importancia de las Memorias. Un ejemplo con `La infancia´ y `Visto y vivido´ de Mercedes Formica


La importancia de las Memorias: `La infancia´ (1).

Mercedes Formica,
1913-2002.
Me encantan las memorias. Y no solo por su utilidad como fuente historiográfica. Las hay realmente bien escritas, entrañables, y siempre que se lean con ojo crítico capaz de vislumbrar datos desproporcionados u erróneos, tendencias ideológicas o religiosas, etc. nos pueden ofrecer un lado de nuestra historia que nunca fue, ni será, narrada por los documentos oficiales. Vida cotidiana en estado puro capaz de dibujar escenas entrelazadas con la política, la economía, la sociedad o la cultura de un momento (2). Entre los libros de mis estanterías llevaba algún tiempo observando uno pequeño de sencilla cubierta titulado `La infancia´. Su autora una vieja conocida de avatares historiográficos: Mercedes Formica-Corssi (3). Hace años dicha figura no me atraía mucho, aunque siempre advertí que fue una personalidad compleja: una niña de buena familia que comenzó estudios universitarios con la llegada de la República, se afilió en fechas tempranas a Falange Española y que después, en plena posguerra, se enfrentaría, en cierto modo, con el dictador Franco en su intento de mejora de las condiciones de la mujer, consiguiendo la reforma del Código Civil. Aunque bien es cierto que los golpistas del 18 de julio de 1936, entre los que se encontraba -ella fue `camisa vieja´-, fueron culpables directos de la pérdida de los avances obtenidos en los años republicanos en el ámbito de género, no hay duda de que Formica jugó un papel fundamental en la posterior -leve- apertura del régimen franquista. Las vueltas que da la vida.

Portada de ´La infancia´
(1987).
Ojeé `La infancia´ decidido a buscar alguna señal sobre el Carnaval en Cádiz. Al fin y al cabo, Mercedes vivió en la ciudad desde su nacimiento en 1913 hasta que su padre fue destinado a Sevilla en 1924. Y así fue. En determinados momentos, no muchos, Mercedes, en su evocación de la niñez da unas ligeras pinceladas de la fiesta popular. Tampoco de manera profusa. No hay que olvidar que pertenece a una familia acomodada y que su relación con el Carnaval es casi casual. Dicho de otra manera, la cultura popular en sus recuerdos no deja de ser parte del paisaje de fondo. Aun así, tan importante era la celebración en Cádiz que, como decimos, aparece en algún instante de su relato.

Uno de los fragmentos que más me ha llamado la atención pertenece al capítulo segundo. Nos habla del tango gaditano. Aquel que tiene su origen en la mezcolanza de culturas que se cruzan en esta Bahía, y que llega a tener tanta fama ya en el siglo XIX que, en cualquier momento del año, qué digo del año, ¡del día! se canta, se baila y jalea si la situación es propicia. Y es así como surge la siguiente historia y el personaje al que dedicamos este texto, Jesús Sáez apodado Rakú (4). Pongámonos en situación…

Entre las matas del suspiro nacía un murmullo.
 - ¿Qué pasa?
 - Es Rakú, que está bailando el tango gaditano.
 - ¡Dios mío! Que cierren los balcones. Que las niñas no vean bailar a Rakú.

Hotel Parador Atlántico.
Se divisaba desde la casa de los Formica.
Nos encontramos en los estertores de la calle Sacramento, intuyo en un primer momento que en la manzana que hoy es el hospital San Rafael; o, pensándolo mejor, pudiera ser incluso en el tramo que hoy conocemos como Benito Pérez Galdós. Finalmente me inclino a pensar esto último porque por aquellas fechas el Gran Teatro -después Gran Teatro Falla-, ya estaba construido y Mercedes apenas comenta nada al respecto. Además, páginas atrás, Formica ha descrito dicha finca con jardín desde el cual se divisa el Hotel Atlántico (5). Aunque el fragmento es breve resulta fácil adivinar la fama del tango entre la población, así como su lado más indecente representado por el baile. Al menos para los ojos de la burguesía gaditana de aquellos años que al igual que décadas atrás, sigue mostrándose asustadiza -a la par que un tanto hipócrita-, con los bailes populares que para ellos representan el indecoro más absoluto (6). Queda claro que hay que evitar a toda costa que las infantas vean aquello. No obstante, antes de dar pie a la historia que nos va a atrapar, la autora nos presenta al personaje principal de la misma:

Rakú era de mediana estatura, rubio y extraordinariamente simpático. Se llamaba Jesús Sáez, pero en aquella época nunca supimos su verdadero nombre. Todos le conocían por Rakú, Apodo (sic) que le había quedado después de un suceso que los enterados narraban de esta manera.
En el centro y con corbata,
el auténtico Ra-Kú.
     - Vino a Cádiz un indio de la India (7). Un luchador que desafió a los gaditanos. Se llamaba Ra-Kú.
Este de la fábrica, subió al ring y el indio le dio más golpes que a una estera. ¡Vamos! ¡Que lo <<eslomó>>!
Desde aquel día, le quedó el nombrecito. ¡Ya se sabe! ¡La guasa! Entraba en la taberna, o en una reunión y todos decían:
<<Aquí viene Rakú>>.

Tras una breve explicación física y social, así como la curiosa ilustración del apodo de Jesús Saéz, la autora nos dibuja, casi sin proponérselo, una capital de provincias donde los deportes de contacto jugaban un papel fundamental en la sociabilidad de aquellos años. La escritora regresa a la explicación principal: la prohibición de los adultos, en este caso de su madre, a que pudieran ver el baile del tango gaditano y cómo se ejecutaba:

Cuando Rakú bailaba el tango gaditano, se recogía la chaqueta hasta mitad de la cintura, sacaba el trasero, y se movía con gestos lúbricos, propios del baile popular. No contento, se acompañaba de una cancioncilla que comenzaba de esta manera.
                                    Ponme la mano aquí Catalina mía,
                                    Catalina mía…

      - ¡Qué cierren las ventanas! Que está bailando Rakú.

Los otros empleados aprovechaban la ausencia de mi padre para jalear. Jaleaban todos. Sin excepciones. Hasta el mismo encargado.
      - ¡Arsa y toma!¡Arsa y dale!
…Catalina mía. Catalina mía…

Sin embargo, antes de entrar en las líneas del texto que más nos han interesado, incluimos un fragmento más donde nos sigue ampliando datos sobre “Rakú”. Al parecer no solo fue un operario de la fábrica, un aficionado a la lucha cuerpo a cuerpo y al baile por tangos, sino que, además, se ganaba la vida arreglando todo tipo de estropicios en las casas de las familias adineradas. Formica, una vez más, describe afinadamente ya no solo el quehacer de nuestro protagonista, sino también la relación que guardaba con su madre, Amalia Hezode, y como ésta no escatimaba en ofrecer su mejor vino al operario, así como la fijación y atracción que el personaje ejerce sobre ellas:

Rakú tenía otra faceta. Cuando se fundían las luces, o no funcionaba un enchufe, entraba en el piso muy serio, con su traje de algodón bien estirado, acompañado de su caja de herramientas. Maniobraba en los hilos y la luz se hacía.
Parecía un milagro.
       - Que le sirvan una copa de vino a Rakú.
       - ¿De marca, señora?
       - De marca.
Traían una botella de Agustín Blázquez y Rakú bebía un vaso que consumía de un solo trago. Alzaba la cabeza y el vino se deslizaba por su garganta. Una garganta tostada de piel clara.
La nuez de la garganta se movía.

Y de pronto el relato se vuelve huidizo. Las ricas descripciones desaparecen para entrar en un relato frío y cortante. Formica, sin avisar al lector, da un salto en el tiempo de más de diez años:

Rakú murió. Durante la Guerra Civil.
      - ¿Y no se puede hacer nada por él? ¿No podemos salvarlo?
      - Nada niña. Ya está muerto. Fusilado.
      - Pero, no podemos…
      - Nada, niña. Ya está enterrado.
¡Pobrecito Rakú! Con su traje de faena, su buen humor, su valor indudable, y aquel tanguillo de letras imposible.

Ponme la mano aquí Catalina mía,
                                    Catalina mía

Como se suele decir nos deja con la miel en los labios. Formica, a continuación, cambia drásticamente de tema y no indica nada más. Y esto que puede parecer cuestión baladí, nos llama poderosamente la atención. Formica es una, de tantas personas que, habiendo vivido el conflicto bélico dentro de los vencedores, si bien podría explayarse, no lo hace. Y no solo no lo hace, sino que además prefiere no ahondar en el suceso. Y eso que, según sus propias palabras, estamos ante alguien de “valor indudable”. Vamos a profundizar algo más en el tema. O al menos lo voy a intentar. Porque no se a ti, amable lector/a, pero sigo pensando que la represión franquista en Cádiz se ha estudiado muy tarde y todavía queda bastante por hacer.

La labor de documentación

Del personaje tenemos pocos datos: nombre, un solo apellido y el apodo. Con dicha relación hemos consultado las bases de datos básicas cuando se pretende buscar información sobre algún represaliado del franquismo en la ciudad de Cádiz. En primer lugar, la de la historiadora Alicia Domínguez Pérez, así como el posterior trabajo de José Luis Gutiérrez Molina, siendo ambas búsquedas infructuosas. Nos decidimos entonces a profundizar un poco más y acceder a los archivos. Nada. No nos han dado resultado los libros de registros de enterramientos del Cementerio de Cádiz (8), ni la base de datos de El Penal del El Puerto de Santa María (9). Al desconocer domicilio de nuestro personaje hemos seguido ampliando la búsqueda hasta la cercana localidad de San Fernando, en la cual, semanas atrás se ha presentado una nueva publicación de Miguel Ángel López Moreno sobre los años de la República, golpe y posterior represión en dicha localidad. Tampoco ha habido suerte. ¿Qué pudo ocurrir? ¿recordaría Mercedes Formica mal dicho nombre? ¿Sería un dato erróneo provocado por el paso del tiempo? (10)

De nuevo a las Memorias: `Visto y vivido´

La vida de la autora a raíz del golpe de Estado del 18 de julio de 1936 se conoce bastante mejor. La sublevación militar sucede cuando vive con su familia en Málaga. Como decíamos en una nota al principio, unos años antes ha comenzado sus estudios universitarios y desde 1933 está afiliada a Falange. Málaga se va a mantener fiel al gobierno republicano por lo que Formica no se encuentra muy segura en la capital andaluza. Tiene unos 23 años. Por suerte entre las obras que publicó décadas después se encuentra otro libro de memorias: Visto y vivido. En dicha publicación relata sus vivencias durante la República, golpe y primeros compases de la guerra (11). ¿Hará mención al operario Rakú? Vamos a comprobarlo.

Portada de ´Visto y vivido´
 (1982).
Tras una rápida ojeada a un ejemplar que se encuentra depositado en la biblioteca municipal Celestino Mutis, vemos como la autora repite prácticamente la misma descripción. Puede que `La infancia´ sea una ampliación del primer apartado -el dedicado a su vida en Cádiz-, y que el germen esté en `Visto y vivido´. O, ¿por qué no? `La infancia´ fuera un manuscrito anterior y no viera la luz hasta unos años después que las memorias completas. Fuera como fuese, Formica, en esta ocasión, encuadra el baile del tango gaditano en los bautizos de entonces y cómo, con ellos o sin ellos, cualquier momento era bueno entre la vecindad gaditana para marcarse, si me permiten la expresión, “una pataita”.

No obstante, en `Visto y vivido´, al llegar el discurrir bélico arrancado a mediados de 1936, ¡oh, sorpersa!, la autora regresa a nombrar a nuestro personaje. La obra está escrita décadas después de dicho acontecer histórico por lo que lo hace con mesura, sin el acaloramiento de dicha situación. Pero también no es menos cierto, que el contexto ha cambiado, e incluso la propia Mercedes ha podido cambiar en su pensamiento. En una línea muy parecida a otros coetáneos que en su madurez pusieron en negro sobre blanco sus vivencias, intenta igualar a las víctimas de la represión de retaguardia en zona golpista, así como las del lado del gobierno legal republicano. Nos habla de aquellas madres que sufrieron el dolor que trae la pérdida de un hijo, vislumbrando (¿justificando?) dos tipos: las de primera -madres de hijos/as asesinados por la represión-, y las de segunda -madres de los ejecutores asesinos-. Formica nos da una serie de nombres en recuerdo de esas madres de “primera” de ciudades como Málaga, para la retaguardia republicana, así como Granada, Sevilla o Cádiz, para la retaguardia sublevada. Y para Cádiz recuerda a Jesús Sáez, Rakú. Planteamientos aparte que desarrolla la autora en su momento -y que son muy significativos del tiempo en que se escribió la obra (12)-, por segunda vez lo nombra, lo tiene presente. Pero habrá una nueva y, hasta donde sabemos, última ocasión.

Nos volvemos a poner en situación. Unas páginas más adelante, Mercedes y su familia han conseguido huir de la Málaga republicana hasta llegar a la Sevilla de Queipo de Llano. Su papel en la Falange -y más concretamente en la Sección Femenina (13)-, es bien clara. Si es necesario visitará zona de trinchera como ocurre en el asedio a Ronda por parte de las tropas sublevadas al mando de Enrique Varela Iglesias:

Las tropas nacionales tomaron al poco tiempo la ciudad [Ronda], y la que había sido delegada de la SF (sic) envió recado […] para saber si Pilar comprendía su situación. Con el propósito de darle la bienvenida, fui a recogerla a las mismas trincheras, defendidas por la Bandera Zamacola, que mandaba Stanislao Domecq.

Y a continuación un postrero dato sobre Rakú que, de forma involuntaria o no, puede dar muchas claves sobre el final de nuestro personaje:

De nuevo en Sevilla, el dolor de los amigos muertos en el frente, los dramas de los más desamparados. El fusilamiento de Rakú, cuando estábamos en Málaga…”

Vamos concluyendo

Por lo tanto, de ser cierta toda esta historia incluida de manera dispar en las Memorias de Mercedes Formica llegamos a las siguientes conclusiones. El asesinato de Jesús Sáez (a) Rakú sucedería entre la toma de la ciudad de Cádiz por los fascistas y la huida de la familia de la autora de Málaga fechada el 24 de septiembre. Es decir, nos encontramos en los primeros instantes de la Guerra Civil que se ha iniciado con el fracaso del golpe de Estado del 18 de julio. Desconocemos las circunstancias que rodearon el asesinato de Rakú pero es bastante evidente que se sitúa en el llamado Terror caliente, dicho de otra manera, entre la multitud de detenciones y simultaneas o posteriores desapariciones incontroladas que sacudieron ciudades y pueblos de la retaguardia sublevada. No debemos pasar por alto el detalle que indica que el fusilamiento sucede cuando se encuentra todavía en Málaga. El dato nos habla de, a pesar de las circunstancias de la guerra, la incomunicación, la censura en la prensa, etc. llegaban, de alguna forma, noticias del otro lado del frente. ¿Sería muy descabellado pensar que alguno de los huidos de Cádiz a Málaga llevara la noticia hasta toparse con Formica? Al fin y al cabo, la sierra norte gaditana, así como la propia provincia de Málaga se había convertido en refugio para las personas que huían de los fascistas alzados en armas en Cádiz. También creemos digno de destacar por parte de la autora la capacidad de respuesta y/o acción, o el intento al menos, al tener conocimiento de la desgracia: “¿Y no se puede hacer nada por él? ¿No podemos salvarlo?”. En cierto modo, aunque en el relato primigenio nos dibujó a una niña que preguntaba a sus mayores, la realidad era bien distinta. Como señalamos en el verano-otoño de 1936 Formica contaba ya con 23 años, llevaba tres afiliada a Falange y, por qué no, desarrollaba alguna labor de sabotaje en la Málaga leal a la República de donde, como vimos, se evadió a Sevilla donde se encontró a salvo. Por lo tanto, si bien, los distintos escritos apuntan admiración hacia el operario apodado Rakú, también es cierto que se desprende pesar por la pérdida, así como incapacidad para resolver la situación. ¿Hasta qué punto la interrogación “no podemos salvarlo” va dirigida a sus mayores? ¿Quizás a sus superiores de rango falangista? ¿A altos mandos militares sublevados o golpistas? (14). Temo que estas preguntas quedarán sin respuesta. No obstante, me sigo cuestionando lo siguiente. De existir Jesús Sáez (a) Rakú, ¿dónde fue a parar su cuerpo?

Posible hipótesis

Habiendo consultado las distintas bases de datos de historiadores y entidades de la bahía de Cádiz, así como libros del Cementerio de la ciudad, al cerrar aún más el círculo de la fecha del asesinato -ya hemos comentado que debió ser anterior a la huida de Formica de Málaga-, y conociendo el dato que nos indica que en el Cementerio de San José de Cádiz se enterraron, aproximadamente unos ochenta individuos asesinados sin identificar (de los cuales treinta y ocho lo hicieron entre el 22 de julio y el 20 de septiembre), no nos parece desatinado pensar que el operario conocido como Rakú fuera una de dichas personas. Tras encontrar la muerte en una ejecución extrajudicial en uno de los siguientes parajes del término municipal de Cádiz (playa de Puntales, alrededores de la plaza de Toros, foso de Puerta de Tierra o Avenida Duque de Nájera), su cuerpo, finalmente pudo ser arrojado a la fosa común de dicho cementerio. Fosas en las que, casualmente, en estos tiempos se está trabajando para exhumar a dichas personas represaliadas y poderle dar digna sepultura. Pudiera ser.

Mientras tanto continuaremos nuestra labor. Rakú no es más que un grano de arena en una inmensa playa. Y según las declaraciones de Mercedes Formica, trabajador voluntarioso, ciudadano sociable, y por qué no, -nos gusta pensar que- comprometido con las ideas de libertad y progreso. Maravillosas Memorias, ¿no opinan los mismo? Volvamos a escuchar en su honor ese tango gaditano que con tanto arte bailara y que tan bien nos describió Formica: “Catalina mía” el que por cierto tanto se versionó, y se sigue versionado, en el flamenco.



* * *



(1) El profesor Manuel Ramos Ortega ya hizo un análisis de dicha obra dando buena muestra de cómo pueden servir de estudio este tipo de escritos. En este caso, por ejemplo, para el análisis de una clase social determinada: la burguesía. En Estudios de literatura española contemporánea. Universidad de Cádiz. Cádiz, 1991. Págs. 105-132.
(2) Según algunos investigadores este tipo de documentos bien podría denominarse como “autobiografía cultural”. En RUIZ FRANCO, R. “Pequeña historia de ayer: la memoria histórica a través del testimonio de Mercedes Formica”. En Trocadero nº16, 2004, Universidad de Cádiz. Pág. 20.
(3) Cádiz (1913) - Málaga (2002). Hija del ingeniero José Formica y Amalia Hezode, disfrutó de una infancia acomodada gracias a la posición de su padre. Poco después marcharían a Sevilla donde comenzaría sus estudios universitarios, así como su afiliación a Falange Española. Su vida quedó marcada por la separación de sus padres. Tras la guerra civil continuó sus estudios siendo una de las pocas mujeres que durante los años 50 ejerció la abogacía.
(4) En el que creemos único análisis literario sobre `La infancia´ de Formica, Jesús Sáez “Rakú” no atrajo el interés del autor. En el amplio apartado dedicado a la vida y hábitos cotidianos, al tratar a la servidumbre y al proletariado se limita a describirlo así: “…viejo y un tanto estrafalario sirviente…”. En RAMOS ORTEGA, M. op. cit. Pág. 120.
(5) El domicilio familiar de los Formica-Corsi Hezode era avenida Wilson nº82 -actual Benito Pérez Galdós-, que coincidía o colindaba con la fábrica de Gas de la Compañía Lebón de la cual José Formica trabajaba con ingeniero. En ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL de CÁDIZ (a partir de ahora AHMC), Padrón de 1935, Libro 3.656. Este dato también lo corrobora el profesor Miguel Soler Gallo en “Diez años sin Mercedes Formica” en Diario de Cádiz, 30 de abril de 2012.
(6) No deja de ser curioso como un par de siglos atrás los viajeros ingleses también anotaban lo “indecente” de los bailes que la gente humilde de Cádiz exhibía en plena calle. Ver el caso de Henry Swinburne y el manguindoy. En OSUNA GARCIA, J. Cádiz, cuna de dos cantes. Quorum. Cádiz, 2002. Págs. 91 y 92.
(7) En realidad, el original Ra-Kú no venía de la India sino de Japón. Había nacido en 1881 y todavía siendo adolescente ya practicaba el jiu-jitsu. Con el nacimiento del nuevo siglo comienza a realizar distintas giras por España y Portugal, habiendo pasado previamente por Inglaterra. En el verano de 1910 llegó a Cádiz donde llevó a cabo su exhibición en el Teatro Principal. Allí se enfrentó al entonces célebre Manuel Pichardo en tres minutos. Como venía siendo habitual en días posteriores se repetiría la escena con voluntarios donde, se supone, subiría nuestro personaje Jesús Sáez. “Ra-kú en Cádiz” en Diario de Cádiz, 22 de junio de 1910; también en CASTIÑEIRA, A. M. “Rakú, el pequeño japonés invencible” en La Voz de Galicia, 11 de febrero de 2017.
(8) AHMC, Libros de enterramientos de 1936 a 1939.
(9) Se encuentra en el ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE CÁDIZ.
(10) Los historiadores más críticos con la utilización de dicha fuente posiblemente se inclinen por esta cuestión. Y debemos de tenerla muy en cuenta. La mente, en multitud de ocasiones juega malas pasadas. En el caso de Mercedes Formica tenemos por ejemplo el dato que ella nos proporciona y que señala 1944 como el arranque de su dirección en la revista Medina. Sin embargo, la información interna de la SF, así como los propios números de la publicación lo desmienten y señalan como 1941 año del inicio de dicho trabajo por parte de la falangista. En BARRERA LÓPEZ, Begoña. La Sección Femenina (1934-1977). Historia de una tutela emocional. Alianza Editorial. Madrid, 2019. Pág. 119.
(11) En palabras de la propia Mercedes: “nuestras actividades políticas se limitaron a buscar refugio a los camaradas perseguidos, a esconder o difundir propaganda, a visitar presos y familiares, a estar presentes en las misas de los caídos”. En FORMICA, M. Visto y vivido, citamos por BARRERA, B. Op. Cit. Pág. 42.
(12) Mientras La infancia se publicó en 1987, Visto y vivido lo hizo en 1982, por lo que, presumiblemente ambas obras fueron escritas en el Tardofranquismo y en los llamados años de la Transición.
(13) A las [actividades] habituales, se sumaban ahora la confección de camisas y brazaletes, el reparto de folletos de propaganda o convencer a los pudientes de que era preferible renunciar, en parte, a lo que tenían, e implantar la justicia social”. En FORMICA, M. Visto y vivido, citamos por BARRERA, B. Ibidem.
(14) De hecho, no sería la única vez que Formica, según sus declaraciones, lo hiciera. A salvo, en Sevilla, se interesó por su profesor el socialista Luis Rufilanchas. Se acercó al cuartel de Queipo de Llano y terminó teniendo una discusión con un asesor jurídico que había sido pasante de Manuel Blasco Garzón. Sus intentos fueron inservibles. Rufilanchas ya había sido asesinado en La Coruña.