domingo, 3 de mayo de 2020

Ramón de Carranza: la cara oculta del Alcalde Grande


Se nos enseñó que el alcalde Grande de la ciudad de Cádiz no era otro que Ramón de Carranza. Pero esta afirmación, hoy por hoy, no deja de formar parte de la historia que nos quisieron enseñar desde los altos estamentos sociales que tanto le debían. Diría que corresponde a uno de los muchos mitos que calaron en la memoria colectica después de tantos años de dictadura franquista. Y aunque en su primer periodo como alcalde (1927-1931) se llegaron a hacer algunas obras, como la plaza de Toros, nunca se nos cuenta que tras su marcha de la alcaldía dejó las arcas del consistorio prácticamente vacías. Y no solo eso. Por aquellas fechas saltó a la prensa lo que se conoció en Cádiz como Expediente Barahona. El endeudamiento y casos de corrupción salpicaban a Carranza directamente. Y su segunda etapa (1936-1937) es totalmente nefasta y oscura. Pero vayamos por partes. El llamado por algunos Alcalde Grande de Cádiz, en realidad ni siquiera llegó al sillón de San Juan de Dios por elección popular.

Ramón había nacido en 1863 en El Ferrol (A Coruña). Su familia poseía una larga tradición militar de la cual él también participaría. Llegó destinado a Cádiz en 1886, y a comienzos del siglo XX se había convertido en una de las personas más influyentes de la ciudad. Decidió participar en la compra de terrenos, ya no sólo en la provincia de Cádiz, sino también en Sevilla y Huelva. A partir de 1922 adquirió su domicilio de la Calle Ancha, el conocido como palacio de Moreno de Mora. Su primera incursión en la política fue en 1903 cuando entró a formar parte del Partido Conservador que décadas antes había fundado Antonio Cánovas del Castillo. Con el paso del tiempo se amoldó perfectamente al entramado caciquil que se fomentaba desde el reinado de Alfonso XIII donde las elecciones, una y otra vez, se amañaban entre los distintos bandos –conservadores y liberales-, que se turnaban en el poder.

Sin embargo su llegada a la alcaldía de Cádiz no se dio hasta 1927. Nos encontramos durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Tras algunas desavenencias con el primer alcalde de dicha dictadura, Agustín Blázquez, es el propio José María Pemán, quien recomienda su nombre. Como alcalde quedaría hasta el final de la dictadura, realizando grandes obras a base, muchas de ellas, de préstamos bancarios, cuestión que la hacienda gaditana terminaría soportando. Junto a esta política derrochadora también se caracterizó por su fuerte carácter y una particular manera de hacer política. Por ejemplo con las obras del alcantarillado cuando le arreciaron críticas desde la prensa por no cumplir las normas mínimas de sanidad, teniendo que al final aceptarlo y paralizar las obras hasta que no se cumplieron. Respecto a la fiesta del Carnaval tampoco dejaría indiferente a nadie pues se negó con rotundidad a organizar los célebres concursos de agrupaciones. Así lo explicaba décadas después uno de los antiguos comparsistas de Cádiz, Enrique González: “Fuimos al Ayuntamiento a proponerle al alcalde Carranza a vé si organizaba un concurso. Nosotros le dijimos que tomábamos el Teatro Principal, pagábamos los gasto del teatro, y a la gente había que darle algo. Siquiera un detalle; y el sobrante lo donábamos pa´una casa benéfica. Y el tío nos dijo que nanay de la China. Que no. ¡No hay concurso!”.

Su primera etapa como alcalde llegó a su fin en 1931. Habiendo fracasado el proyecto de Primo de Rivera, el rey Alfonso XIII intentó dar marcha atrás para lo cual convocó unas elecciones municipales. El 12 de abril de dicho año, aunque las redes caciquiles habían vuelto a funcionar y triunfar en muchas provincias –en Cádiz con Carranza-, no ocurrió lo mismo en las principales ciudades españolas. Alfonso XIII se vio sin apoyos y decidió marchar al exilio. El 14 de abril se proclamó la Segunda República. Sin la cobertura que daba la dictadura a la alcaldía de Carranza las protestas y quejas por el “pucherazo” en las elecciones dieron al traste con la supuesta victoria de don Ramón. Las votaciones tuvieron que repetirse. Carranza volvió a dar ejemplo de su “buen” talante con aquello de cuando os entreguen en la calle las hojas y los manifiestos de los republicanos y socialistas, rompedlos en el acto y retorced el pescuezo a las personas que los repartan”. No obstante, en esta ocasión, con el sistema caciquil en crisis, los republicanos-socialistas vencieron imponiéndose como nuevo alcalde de Cádiz el abogado Emilio de Sola teniendo entre sus concejales al que sería más tarde también alcalde, el doctor Manuel de la Pinta.

Ramón de Carranza que ni siquiera asistió al acto de entrega de la alcaldía, se alejó los años siguientes de la política local, si bien estuvo muy activo a nivel nacional. Durante la República continuó su carrera política. Fue diputado nacional por el partido ultraconservador Renovación Española en las legislaturas de 1933 y 1936. Pero mientras formaba parte como diputado del Estado republicano se dedicaba a conspirar contra él. José de Mora-Figueroa en su "Datos para la Historia de la Falange gaditana" (1974), lo indica bien claro: Carranza es un claro partícipe del golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Semanas antes de la sublevación se encontraba preparándola con Sanjurjo, jefe militar de la misma, en Portugal. De hecho era partidario de que el General Varela se sublevara en Madrid y no en Cádiz como al final sucedió. El domingo 19 de julio Cádiz cayó en manos golpistas y Ramón llegó en avioneta, desde Sevilla, el 26 de julio, una vez la ciudad estaba totalmente tomada.

Arrancaba entonces su segunda alcaldía, impuesta por la fuerza de las armas y que se va a destacar por su total adhesión a los militares franquistas, así como a ejecutar los planes de represión. Durante los meses de verano, otoño e invierno de 1936 se dan las peores cifras en Cádiz de personas encarceladas, asesinadas o simplemente desaparecidas. Siendo el máximo representante de la alcaldía Ramón Carranza. A la vez, además, que fue nombrado Gobernador Civil de la provincia. A pesar de su avanzada edad, dos días después de su llegada a la capital, ya firmaba el listado de trabajadores/as que había que depurar. Una treintena de personas entre médicos, practicantes, escribanos o chóferes eran separadas de su empleo y sueldo.

A los pocos días asistía a la formación de una Comisión Gestora golpista para la Diputación. Sus palabras como Gobernador Civil fueron altas y claras: “el organismo cumpla estrictamente su función y se destierre la política que tanto perjudicó a los intereses provinciales y á España; por ello no debe hacerse política alguna, pues solo se trata de salvar á España, curar sus lacras y llagas”. La política, al parecer, debía de ser desterrada. De lo que se trataba era de sanear. Fueron palabras muy similares a los que otros sublevados hicieron referencia en aquellos días en clara alusión a la limpieza que se estaba haciendo la retaguardia. Pero añadía: “Espero que esta sea una Diputación modelo, pues yo como Gobernador y cómo Alcalde daré ejemplo, pues hoy he comunicado precisamente en el Ayuntamiento, donde no dejaré más que a los funcionarios buenos, y esta misma depuración es la que confía en que se haga aquí”. Creo que no hace falta añadir más nada.

Historiadores como Alicia Domínguez Pérez o José Luis Gutiérrez Molina cifran la represión del terror caliente –la que prosiguió al golpe de Estado del 18 de julio y se extendió hasta los primeros meses de 1937-, como la más cruel y numerosa. Cárceles repletas, gaditanos y gaditanas asesinados en distintos puntos de la ciudad sin el más mínimo juicio y las fosas del Cementerio de San José con unas cifras todavía inciertas pero que pueden rondar las 500 personas. Ramón de Carranza, además, durante esta segunda alcaldía, firmó multitud de informes sobre sus vecinos cuando la justicia militar así se los pedía. No hay que ser muy listo para saber cómo acababan dichas vidas.

También se nos suele decir que ya en esta segunda etapa Carranza, el Alcalde Grande, tenía una edad avanzada. Se intenta aliviar así su peso en la represión. Nada más lejos de la realidad. Si bien Ramón de Carranza tenía cierta edad no dejó de realizar su tarea hasta poco antes de su fallecimiento en julio de 1937. Todavía en abril de ese año encontramos informes firmados de su puño y letra en estos términos: “perteneció a la UGT, siendo conocido como elemento perturbador”. El elemento perturbador era el sastre de 24 años Manuel Barreiro Sánchez, al que se le condenó a seis años de cárcel. Ya ven, por pertenecer a un sindicato.

Informe sobre Manuel Barreiro firmado por Carranza. ATMTN2 (Sevilla).

Y mientras el secretario del mismísimo Gonzalo Queipo de Llano, Antonio Bahamonde escribió: “Carranza es el cacique máximo de Cádiz. Este octogenario que por su edad no debiera tener grandes arrestos, es uno de los principales promotores de la represión. Estaba lleno de odio porque el 16 de febrero unos exaltados apedrearon su domicilio, y porque al obtener las izquierdas el triunfo organizaron una manifestación en la que gritaban: “¡Muera Carranza!, ¡Abajo el cacique!”. A todas las personas que detenían, si comprobaban que habían tomado parte en la manifestación, las fusilaban.”

Ya ven cómo se las gastaba el Alcalde Grande. Como decía a finales de julio de 1937 fallecía en su palacete de la calle Ancha Ramón de Carranza. Y como bien publicó Diario de Cádiz, su féretro fue despedido por dicha vía gaditana con los brazos en alto, con el saludo fascista.

Brazos fascistas en alto al paso del féretro de Ramón de Carranza.