17 de julio de 1936. Las tropas españolas del norte de África se sublevan ante la II República española. La noticia llega pronto a la península. La población reacciona con miedo. El gobierno con cautela.
18 de julio de 1936. Algunos mandos militares en la península se suman a la sublevación. Hay algunas zonas que son primordiales que caigan en sus manos. Por ejemplo Cádiz. La vieja ciudad tenía que ser tomada con rapidez para asegurar la entrada de las tropas africanistas en el país. Evitarían así cualquier posible resistencia. Aquella misma mañana el niño Constantino Gutiérrez recorre las calles de la ciudad llamándole poderosamente la atenión unos guardias civiles que corren por la calle Ancha para vigilar que nadie ataque el Palacio de Mora, por aquel entonces, Casa de los Carranza. Por la tarde Varela -que había sido liberado del Castillo de Santa Catalina donde estaba preso-, y López Pinto hacen público el bando de guerra frente a los abucheos de la población. El Gobierno Civil (actual Diputación), Ayuntamiento y Edificio de Correos son los centros oficiales que preparan la resistencia contra los militares facciosos. Muchos vecinos de los barrios de Santa María y La Viña buscan desesperadamente armas con las que preparar la defensa.
19 de julio de 1936. Al amanecer llegan al puerto de Cádiz las tropas africanas. Varela ha armado a los falangistas. Algunos de ellos serán los que guíen por la ciudad a "los moros" que aplastarán todo foco de resistencia. En pocas horas se rinde el Gobierno Civil, con Mariano Zapico al frente; el Ayuntamiento con el alcalde interino Rafael Madrid; el edifico de Correos con el grupo de Carabineros que lo defendía. Las barricadas que el pueblo había levantado poco pueden hacer frente al potente fuego de las ametralladoras.
El niño Constantino Gutiérrez recuerda como los moros avanzaban por la estrechas calles de la ciudad en dos filas. Los de la acera izquierda apuntando a los balcones, cierros y azoteas de la acera derecha. De forma contraria los de esta última. Un señor de ideología fascista, al ver llegar a los suyos, sale entusiasmado a recibirlos al balcón:
- ¡Arriba España!
Los moros que tienen orden de disparar a cualquier acto extraño de los gaditanos, son implacables. Disparan sobre él y queda tendido en el balcón de su casa.
Pocas horas después la ciudad está controlada por el bando sublevado. Comienza, como diría Alicia Domínguez, un largo invierno. Una durísima y violenta represión sobre una población inocente que a lo sumo sólo había intentado defender la democracia instaurada cinco años antes.
18 de julio de 2012. No sabemos, con seguridad, si la historia del señor muerto a tiros en el balcón es cierta. Pero hace tiempo leí en "Recuerdos de un niño", del gaditano Joaquín Fernández Revuelta, como entre los días 17 y 19 frente a su casa, en la calle Mendizabal, un hombre yacía sangrando en un portal:
"Por las conversaciones que oí de mi padre y mis hermanos, me enteré que a aquel hombre le habían disparado un tiro, y había venido como pudo hasta aquel escalón de la Eureka (despacho de pan), en dónde había caido muerto".
El cementerio Católico de San José de Cádiz se clausuró hace veinte años. Las fosas de la represión franquista siguen repletas de gaditanos/as. Con o sin tiros de gracia. Son tantos que ni las instituciones se ponen de acuerdo en el número. Unos que 400. Otros que 800. Lo que es seguro es que del total -del que sea-, 77 son desconocidos (Alicia Domínguez indica 82). Es decir, fueron tirados bajo tierra sin anotarse su nombre y apellidos. Ocurrió entre julio y noviembre de 1936.
P.D.: Al padre del niño Constantino Gutiérrez que era afiliado a Izquierda Republicana, así como alcalde de barrio en La Viña, lo echaron a la fosa el 30 de septiembre. Lo mataron en el Campo del Sur -a la altura de la vieja fábrica de Cerveza-, para que sus convecinos vieran lo que les pasaba a los que se metían en política. Es uno de los "conocidos" que, también, siguen en San José.
Gobierno Civil en los años 30 |
19 de julio de 1936. Al amanecer llegan al puerto de Cádiz las tropas africanas. Varela ha armado a los falangistas. Algunos de ellos serán los que guíen por la ciudad a "los moros" que aplastarán todo foco de resistencia. En pocas horas se rinde el Gobierno Civil, con Mariano Zapico al frente; el Ayuntamiento con el alcalde interino Rafael Madrid; el edifico de Correos con el grupo de Carabineros que lo defendía. Las barricadas que el pueblo había levantado poco pueden hacer frente al potente fuego de las ametralladoras.
El niño Constantino Gutiérrez recuerda como los moros avanzaban por la estrechas calles de la ciudad en dos filas. Los de la acera izquierda apuntando a los balcones, cierros y azoteas de la acera derecha. De forma contraria los de esta última. Un señor de ideología fascista, al ver llegar a los suyos, sale entusiasmado a recibirlos al balcón:
- ¡Arriba España!
Los moros que tienen orden de disparar a cualquier acto extraño de los gaditanos, son implacables. Disparan sobre él y queda tendido en el balcón de su casa.
Pocas horas después la ciudad está controlada por el bando sublevado. Comienza, como diría Alicia Domínguez, un largo invierno. Una durísima y violenta represión sobre una población inocente que a lo sumo sólo había intentado defender la democracia instaurada cinco años antes.
18 de julio de 2012. No sabemos, con seguridad, si la historia del señor muerto a tiros en el balcón es cierta. Pero hace tiempo leí en "Recuerdos de un niño", del gaditano Joaquín Fernández Revuelta, como entre los días 17 y 19 frente a su casa, en la calle Mendizabal, un hombre yacía sangrando en un portal:
"Por las conversaciones que oí de mi padre y mis hermanos, me enteré que a aquel hombre le habían disparado un tiro, y había venido como pudo hasta aquel escalón de la Eureka (despacho de pan), en dónde había caido muerto".
El cementerio Católico de San José de Cádiz se clausuró hace veinte años. Las fosas de la represión franquista siguen repletas de gaditanos/as. Con o sin tiros de gracia. Son tantos que ni las instituciones se ponen de acuerdo en el número. Unos que 400. Otros que 800. Lo que es seguro es que del total -del que sea-, 77 son desconocidos (Alicia Domínguez indica 82). Es decir, fueron tirados bajo tierra sin anotarse su nombre y apellidos. Ocurrió entre julio y noviembre de 1936.
P.D.: Al padre del niño Constantino Gutiérrez que era afiliado a Izquierda Republicana, así como alcalde de barrio en La Viña, lo echaron a la fosa el 30 de septiembre. Lo mataron en el Campo del Sur -a la altura de la vieja fábrica de Cerveza-, para que sus convecinos vieran lo que les pasaba a los que se metían en política. Es uno de los "conocidos" que, también, siguen en San José.
Gracias Santiago, no me gusta mucho indagar en el pasado, pero mira por donde, hoy me ha dado por ahí, y te encontré...me sumo a tu homenaje...
ResponderEliminarGloria Gutiérrez Barbarrusa
Gracias por tu visita, vuelve cuando quieras.
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