lunes, 20 de enero de 2014

La huella americana de la Constitución de Cádiz

Ha visto la luz, hace unos días, un nuevo número -43- de la revista Andalucía en la historia. Su dossier central recorre los distintos caminos que miles de andaluces tomaron tras la Guerra Civil. La publicación se complementa con otros textos. En la misma se incluye un reseña que escribí hace algún tiempo del libro "La Constitución de Cádiz y su huella en América". Aquí os dejo el texto.

* * *

Ramos Santana, Alberto  (Coordinador). La Constitución de Cádiz y su huella en América. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 2011. ISBN 978-84-9828-339-6
Por Santiago Moreno Tello (Publicado originalmente en Andalucía en la historia, nº43, pág. 94).

Portada de la publicación.
El Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz nos trae una obra que intenta dilucidar la influencia de la Constitución de Cádiz de 1812 en el hemisferio americano en general, y en las colonias (provincias) españolas de ultramar en particular. Con una clara división del libro se nos presenta una primera parte con textos de personalidades políticas y económicas de hoy día, y una segunda, más amplia, con los contenidos de divulgación histórica donde se desgrana el papel de la Constitución de Cádiz al otro lado del Océano Atlántico.

Sin dejar de mencionar la cuidada edición, tenemos que indicar que los primeros capítulos de la segunda parte son de un corte más general. Miguel Artola, Jaime E. Rodríguez o el propio editor –Alberto Ramos-, plantean los paralelismos entre la Constitución gaditana y las posteriores Cartas Magnas de América Central y Sur. No sin antes hacer un repaso a algunos episodios históricos anteriores a la promulgación de la Constitución como fueron las distintas reacciones a la abdicación del trono de Carlos IV y su hijo Fernando, así como a la creación de la Junta Central en el Viejo Continente. No podemos pasar por alto los episodios que se van a vivir en Colombia o México a partir de este momento que llegarán finalmente a construir su propia identidad estatal a través de unas Cartas Magnas bajo la influencia de otras como la ya citada, empero también con la “tutela” de la francesa y la estadounidense, en claros ejercicios de búsqueda de legitimación.

Novedoso el capítulo de la profesora Marieta Cantos dedicado al nulo papel de la mujer que se refleja en la Constitución Doceañista y en las posteriores americanas. Nulo papel que según los estudios más recientes, de los que es partícipe en algunas ocasiones la propia Cantos Casenave, no fue tal en el día a día de la Guerra de la Independencia: voluntarias en el campo de batalla, organizadoras de retaguardia o autoras de cartas y textos públicos. De difícil rastreo, la mayoría de los casos, el empeño investigador ha valido para llegar a conocer nombres y vivencias de algunas mujeres. Así, la autora, nos trae  el caso de tres mujeres: la conocida y estudiada Frasquita Larrea; la portuguesa Carmen Silva que durante medio año se hizo cargo de la cabecera gaditana “El Robespierre Español”; y Mª Manuela López de Ulloa que cultivó gran cantidad de géneros literarios.

Sin embargo el broche de oro de la publicación viene a continuación. Un total de veinte historiadores de varias universidades y centros de investigación americanos desglosan uno a uno la posible influencia de la Carta gaditana en los distintos países de la actualidad. Algunas zonas donde durante el siglo XVIII se habían vivido episodios de sublevaciones, como Ecuador y el Paraguay, las noticias que van llegando desde la metrópoli no hacen sino encender de nuevo la mecha de la independencia. En la zona de Ecuador, por ejemplo, con la inestimable ayuda de la represión realista a los opositores de la misma. Sin embargo dándose, a la par, el curioso caso de que los representantes en las Cortes –como Mexía Lequerica-, llegarán a obtener un importante papel en aquellos meses. En la alejada e interior Paraguay la independencia comienza a fraguarse un año antes de la llegada de la Constitución de Cádiz.

Chile y Venezuela se opusieron a enviar sus diputados por parecerles muy inferior el número de representantes que tendrían en las Cortes. De esta manera se aprovecharía la lejanía y la caótica situación peninsular para impulsar, los primeros un Reglamento Constitucional que posteriormente serviría de apoyo para las constituciones de 1822 y 1828; los segundos un movimiento republicano que vencería finalmente a las ciudades realistas en 1813.

Otras zonas, como Nueva España, Perú o el Uruguay aceptarán las Cortes y la Constitución de 1812 aunque por distintos motivos. Por ejemplo, dicha situación se dio en Perú gracias, en gran parte, al empecinamiento de su Virrey, el cual se postulaba defensor de la Monarquía Absoluta y vio la Constitución de Cádiz como un mal menor frente a las distintas corrientes independentistas del continente americano.

Caso a parte supone la experiencia brasileña. Con una década de retraso da comienzo el movimiento constitucionalista en la metrópoli portuguesa. Que beberá, sin lugar a dudas, algunos sorbos de la cercana metrópoli española. Poco tiempo, tras su aprobación en septiembre de 1822, estará vigente. Caerá, al igual que la gaditana, en 1823. Mismo año en que Pedro I de Brasil apoyará la suya propia en la antigua colonia de Portugal.

Respecto a las islas del Caribe –Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo-, aceptaron a grandes rasgos la convocatoria a Cortes, así como la llegada de la Constitución. Empero, es en estos años cuando se siembra la semilla de futuras independencias de la metrópoli: por ejemplo para la Republica Dominicana en 1844, con clara influencia de la Constitución de Haití de 1843, aunque con atribuciones de la Carta Magna gaditana como fueron las Diputaciones Provinciales.

No muy lejos, en la zona de Centroamérica distintos países van a ir naciendo al calor de las ideas liberales. Tanto es así que en 1824 se creará la República Federal de Centroamérica formada por Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Y aunque muchos Ayuntamientos eligieron sus diputados para las Cortes gaditanas, algunos no llegaron a tiempo por problemas económicos. Lo que a la larga hizo que en la siguiente década a la promulgación de la Constitución de 1812 se fomentaran las distintas independencias. Muchas de las cuales recibirían el último impulso con la sublevación del General Riego y el restablecimiento de la Constitución de Cádiz en 1821.

Y no podemos olvidar Panamá. Su situación geoestratégica, como nexo de unión del norte y el sur, ha marcado su Historia desde la llegada de los colonizadores. Para el episodio que nos interesa no será distinto. Si bien se mantendrá fiel, ya no sólo al rey Fernando VII, sino también las Cortes y la Constitución, no hay que olvidar su importancia militar y la gran presencia guerrera traída de la península. Aun así, el movimiento independentista, como sucedió con los países vecinos, llegará en la siguiente década.

Como vemos un repaso exhaustivo y amplio el que se nos regala en dicha obra. En palabras de Jaime E. Rodríguez un cúmulo de naciones que lograban su independencia, incluida España, y que comenzaban su lucha por la supervivencia en un mundo incierto y complicado. 

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