A finales de 2009 llegó hasta el Servicio de Memoria Histórica de Diputación de Cádiz una carta desde Francia en la cual pedían ayuda: solicitaban nuestra atención para encontrar algún rastro -el que fuera- de un familiar. Se le envió un escrito y algunas publicaciones recientes que habíamos elaborado. Con sumo cariño, la persona en cuestión, respondió a dicha misiva indicando, además, que en breve visitaría España recorriendo lugares de su infancia y juventud.
Así fue como, en abril de 2010, Antonio Guardia García, llegó hasta Cádiz no sin antes pasar por Barcelona.
Una vez aquí nos relató lo siguiente:
Antonio Guardia Faro |
Poco antes de que acabara la Guerra Civil Antonio Guardia es sacado de prisión. Se necesitaban hombres para defender lo que quedaba de República. Tras abril de 1939 marcha al exilio, dejando a su mujer e hijos en una lamentable situación.
Por suerte un familiar gaditano se hizo cargo de ellos. Se vinieron a vivir a Cádiz donde Antonio Guardia García comenzará una vida totalmente marcada por el hambre y las vivencias del terrorífico Hogar José Antonio Primo de Rivera -unos años antes llamado Fermín Salvochea-, situado en la parte del actual Paseo Marítimo de la calle Brasil.
* * *
Como decía, en aquella jornada de abril de 2010, Antonio fue sumamente generoso. Tras explicar su historia a la Diputada María Naval accedió a ser entrevistado para un documental que realizábamos junto al Servicio de Video de Diputación (el cual hoy duerme en un cajón). Ya por la tarde nos trasladamos hasta la casa de Manolo Santander (el historiador, no el chirigotero), que estaba sumamente interesado por escuchar las vivencias de Guardia García en el Hogar José Antonio. Motivos familiares impidieron que en días posteriores Antonio se entrevistara con Daniel Pérez (que entonces trabajaba en La Voz de Cádiz) y con Rafael Guerrero de "La Memoria" de Canal Sur Radio.
Desde entonces Antonio, cada vez que visita Cádiz, me llama y quedamos para tomarnos un refresco. El pasado sábado estuvimos por La Viña. Me indicaba que está terminando de escribir sus Memorias, donde piensa incluir, además de las tristes peripecias del Hogar José Antonio de Cádiz, todo lo que está encontrando de su padre: Antonio Guardia Faro. Espero sea pronto. Estas historias merecen ver la luz.
* * *
Consultando documentos que tengo en casa he encontrado una carta que Antonio escribiera antes de darse a conocer en el Servicio de Memoria Histórica de Diputación. En su momento, según me contó, la envió a Diario de Cádiz y no la publicaron. Creo que su tenacidad, y su buen fondo, merece que sea publicada, aunque sea, en este pequeño blog:
CARTA DE UN MENDIGO EMIGRANTE GADITANO por Antonio Guardia García
"¡Hola, mi Cai!
Este año 2008 te he vuelto a hacer una visita y he tenido la impresión de que
quieren borrar todo lo que recuerda al
tiempo en el que yo viví contigo, desde finales del año 1939, cuando te pedimos
que nos sacaras del infierno que nos martirizaba en Barcelona.
Al pasar por la carretera que te une a San Fernando, me
he dado cuenta que los arcos de cemento “tan gaditanos”, que son paralelos a
ella y a la vía férrea, ya apenas si se ven. Siempre me han recordado el día en
el que me recogiste cuando llegamos desde Barcelona, después de tres días de
viaje. Recuerdo siempre cuando mi pobre madre exclamó: ¡Ya estamos en Cai! Para mí esas bóvedas,
representaban siempre tus brazos, como si me los hubieras lanzado para
salvarnos de aquel infierno. Pasé luego por la Plaza de las Flores para ver tu
mercado central y no pude entrar (supongo que te lo deben de estar renovando) y
eso es lo que me dio la idea de escribirte esta carta.
A esa hermosa Plaza de Abasto, iba casi todos los días,
desde muy corta edad, para ver si encontraba algún tomate podrido o una hoja de
lechuga por los suelos, para poder comer. Me dirigí luego hacia tu linda Caleta y me di
cuenta de que el hospital que Moreno de Mora mandó construir para los pobres,
lo han trasformado en universidad. Allí, las monjitas de la caridad, me
pudieron guardar durante tres meses después de haber sido intervenido por una
simple operación de amígdalas, sólo por caridad, para que pudiese comer.
También vi el edificio del “Olivillo” que está enfrente al monumento que te
ofreció Venezuela; donde después de curarme de mis fiebres tifoideas, me
descubrieron un principio de tuberculosis: actualmente, lo veo abandonado.
Precisamente, en ese mismo edificio me recibieron los alemanes y los franceses,
cuando quise salir como emigrante, para poder buscar un poco de dignidad, ya
que en España me la robaron al nacer, puesto que nací en “zona roja” y mi
registro de nacimiento lo rellenaron en un idioma que no era el castellano, lo
que Franco no quiso reconocer como válido. ¿Qué culpa tuve yo, “mi Cai”, para que me castigaran de esa
manera?
Me monté en el autobús y me fui a Púntale para ver si aún estaba esa
factoría declarada por Franco como “fábrica modelo” ¿Te acuerdas de ella? Se
trataba de C.A.S.A. (Construcciones Aeronáuticas, S.A) donde me negaron el
derecho al trabajo por mi certificado de nacimiento, lo que me empujó al
suicidio, aunque, por suerte, el Delegado del Sindicato me ayudó y, finalmente,
entré sin dicha partida de nacimiento. ¡Tú, mi Cai! ¿No me crees? Pues lee
este Boletín Oficial del Estado, del año 1938 para que veas que no te
miento: http://www.boe.es/datos/imagenes/BOE/1938/048/A00758.tif
Fue en esa empresa “modelo” donde también me negaron un
préstamo para poderle comprar un medicamento a mi difunta esposa y donde, en
cambio, me lo ofrecieron quince días más tarde para poder asistir a tu célebre
trofeo “Ramón de Carranza”. Fue esa misma empresa quien avisó a la policía para
que me bajaran del tren cuando intenté salir legalmente de emigrante hacia
Alemania, en busca de dignidad. ¿Dónde te han puesto esa EMPRESA MODELO que no
he podido encontrar?
Cansado por mis años, me fui a comer al restaurante “La
Marea”, el que hace esquina con la calle Brasil y tu maravilloso Paseo
Marítimo. Ese sitio lo tendré en mi memoria hasta mi muerte. Miré a los
clientes disfrutar de una buena mesa, muy lejos de pensar que ahí mismo, mis
compañeros y yo habíamos sufrido terriblemente de hambre y de malos tratos.
Hasta me dio la sensación de que estábamos comiendo encima de mi cama con su
colchón de paja. En ese mismo lugar estábamos internos en lo que llamaban
“Hogar Escolar José Antonio Primo de Rivera” de Auxilio Social, al que muchos
consideraban como Colegio, Hogar o Colonia y que, para nosotros, sólo era un
campo de concentración oculto al mundo entero. Actualmente, solamente se
acuerdan que existió las personas de mi edad, puesto que todo ha desaparecido,
hasta sus archivos, en los archivos municipales. ¿Te das cuenta, mi Cai? ¿Por qué razón lo han escondido si
decían que era una ayuda para nosotros, los huérfanos de la guerra? A mis 73
años de edad cercanos, se me saltaron hasta las lágrimas cuando pisé ese
restaurante, mientras veía a todo el mundo disfrutar, sin pensar que para
nosotros ese lugar sólo fue un sitio de tortura.
Pero no te pongas triste, mi Cai, por esto que te cuento. Hay algo que al salir de la visita que
te hice, me enjuagó las lágrimas y recuperé mi sonrisa: al pasar por Puerto
Real, dirigiéndome hacia “Las
canteras”, otro lugar que nunca olvidaré, vi con alegría que la escuela que
inauguré en el 1949 con el nombre de Escuela de Formación Profesional “Fermín
Sanz Orrio” aún existe en la actualidad, a pesar de que le han hecho muchos
cambios y de que hoy se llama “Instituto de Enseñanza Secundaria Virgen del
Carmen”. Esa fue la única suerte que tuve en España. Allí me trataron como un
alumno más, sin malos tratos y como una persona. Era la primera vez que dormía
y que comía como un humano, donde aprendí un oficio que me permitió defenderme
por el mundo y poder vivir con dignidad. Tú sabes muy bien, mi Cai, que fue Franco quien la mandó
construir. Pero tú no sabes que no la hizo para los niños como yo. Sólo fui un
intruso que se aprovechó, legalmente, de la única suerte que se me presentó en
mi patria.
Te pido una cosa que llevo muy dentro de mí. No permitas,
mi Cai, que te quiten esa escuela.
Es muy posible que aún exista algún niño de nadie como yo lo fui.
No te pongas triste, mi Cai, con esto que te he contado. Consérvate alegre, aunque seas pobre,
como tú siempre me enseñaste. Y para que veas que siempre te he obedecido, me
despido de ti con esta canción que tú tanto conoces y que yo me he permitido modificadar:
Yo te juro mi Cádiz
que no te miento.
Que aunque quieras
olvidarme
te llevo siempre en el pensamiento,
Y cuando escucho tu nombre
yo soy feliz.
Porque tú eres la
tierra
donde parte de mi vida viví."
No hay comentarios:
Publicar un comentario